viernes, 13 de julio de 2012

Los inconvenientes de la telepatía intergaláctica

En una ocasión, cuando estaba a punto de dormirme, una sensual voz femenina comenzó a sonar dentro de mi cabeza por sorpresa:

—Nacho —decía—, me llamo Seire. Me estoy comunicando telepáticamente contigo desde un planeta de lo que vosotros llamáis Andrómeda. Escucha, tienes que hacer algo importante, ¿comprendes? Así que préstame atención, por favor. Esta vez va en serio: puede que el futuro del Universo, tal y como lo conocemos, dependa de ti. No es broma. Por favor, te lo ruego: permanece concentrado en mis palabras o la comunicación se romperá, y te aseguro que no podemos permitírnoslo.

—Escucho tus instrucciones, oh poderosa y sensual marcianita —le contesté susurrando atropelladamente, tal y como entendí de pequeño que había que dirigirse al ángel de la guarda, y con el mismo sentimiento de lealtad del que Lanzarote hubiese podido caer esclavo ante Lady Ginebra, pero siendo consciente de estar asumiendo una empresa infinitamente más grave y heroica que todas las hazañas llevadas a buen fin por la Tabla Redonda al completo. Si iba a ser necesario morir para cumplir las órdenes de aquella increíble mujer intergaláctica, mi vida no albergaba motivo de queja alguno.

—¿Sensual marcianita…? —respondió algo confusa—. Oye, no… Verás, ahora que ya hemos establecido contacto puedo decírtelo: he adoptado voz de mujer porque sabíamos que era la única manera de que nos hicieras caso; pero lo cierto es que nuestra especie carece de sexo.

…Y entonces decidí que a la mañana siguiente me apetecía desayunar salado: un bocadillo de jamón, huevos revueltos con queso o algo así estaría bien; y me pregunté si finalmente retransmitirían en abierto el partido de octavos del Real Madrid con el Besiktas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario