O eso parece deducirse del pie de foto que sirve de pedestal a la fotografía que aparece en la parte superior de la página cuarta del diario “El País” de 22 de enero de 2011. En ella puede verse a una joven vestida de rosa, aparentemente hablando por teléfono —o mandando al cuerno a alguien—, sobre la leyenda “La prostituta Nadia Macrí, testigo del caso Ruby, en noviembre de 2010”.
Por lo que yo sé, en toda la Europa continental, las profesiones que requieren de estudios universitarios, como la de médico, abogado, arquitecto, farmacéutico o ingeniero, exigen a sus profesionales la adscripción a un colegio profesional para ostentar públicamente tales funciones. Y los oficios manuales, como los de electricista, fontanero, carpintero o albañil, de determinados títulos oficiales o de una experiencia cierta suficientemente acreditativa de poseer los conocimientos necesarios como para ejercer las artes propias.
Sin embargo, que yo sepa, en ningún Estado miembro de la Unión Europea existe un Colegio Oficial de Prostitutas, ni tampoco unos estudios de formación profesional cuyo curso permita a los aprobados denominarse prostitutas. Por todo ello, llego a la evidente conclusión de que la única manera de determinar si una persona es oficialmente prostituta reside en su propia declaración de voluntad, y no me consta que la señorita Nadia Macrí, protagonista de la citada fotografía, haya realizado ninguna manifestación pública al respecto.
Mi absurda indignación al encontrarme con tal pie de foto no hubiese llegado a la estratosfera de no haberlo visto publicado en un diario que, movido por una extraña concepción mercantilista del progresismo, ha defendido hasta la saciedad la prohibición de los anuncios de contactos en la prensa o la erradicación de la prostitución callejera, a la vez que no ha sido capaz de denunciar abiertamente todas las formas de proxenetismo y esclavitud sexual que siguen campando a sus anchas en la actual alegalidad española.
Supone un gran sacrificio por mi parte tener que criticar tan duramente a un medio que, no hace tantos años, ha sido modelo internacional de prensa gráfica y motivo de orgullo para todos los periodistas vocacionales de este país; pero creo que ya es hora de poner por escrito lo que muchos lectores llevamos pensando desde hace bastante: “El País” que conocíamos ha muerto hace tiempo.
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